viernes, 17 de febrero de 2012

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS

La mujer del sastre enhebró la última aguja.
–Ya está –dijo-, y con esto terminamos el traje.
Cosió el último trozo de piel y, levantándose, se puso el traje y se miró en el espejo.
Ya no era la mujer del sastre. Ahora era el sastre.
  


           Manuel Yagüe



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