miércoles, 21 de marzo de 2012

ACCIDENTE FERROVIARIO


Los trenes se estrellaron a eso de las seis de la madrugada. Iban todos los ocupantes dormidos, a esas horas, dos trenes que venían de lejos se encontraron en el punto medio de sus recorridos. Como decía, iban todos dormidos. Incluso los viejos conductores de los trenes. Nadie dio la voz de alarma. Nadie quedó con vida. Fue como un sueño. Los vagones quedaron desperdigados en las tierras baldías, como juguetes de un dios caprichoso.
Hubo quien dijo: que quede todo  así, tal y como quedó. A fin de cuentas, los encontraron cinco horas más tarde. Pero la civilización no podía permitirlo.
La televisión se hizo eco de la noticia. Se vieron imágenes de familiares llorando, de hierros retorcidos, de cuerpos mutilados.
Las imágenes llegaron al otro lado del planeta, donde un viajero leía el periódico de la mañana sentado en un asiento de ventanilla del tercer vagón de un tren que a las seis de la mañana iría al encuentro de otro tren que viajaba en sentido contrario. El hombre se dijo: es lástima, a esa hora seguramente estaré dormido.





Relatos hiperbreves del más allá, Manuel Yagüe


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